Leyenda de Maitén y el dios del lago
En medio de los Andes
Patagónicos, rodeada por la belleza natural de los lagos del sur, se hallaba
enclavada la toldería.
Allí vivía Maitén, una
hermosa india araucana que despertaba la admiración de los jóvenes del lugar.
Según las costumbres de la
tribu, Maitén ya estaba prometida a Coyán, un joven indio que amaba a la
muchacha y deseaba formar su familia con ella.
Pero sucedió que un día,
dos indios pehuenches que se encontraban por los alrededores cazando vieron a Maitén
a orillas del lago Nahuel Huapi y quedaron prendados de su belleza.
—Me casaré con esa muchacha
—dijo uno de ellos.
—También yo quisiera
casarme con ella —dijo el otro.
—¿Qué vamos a hacer
entonces? ¿Pelear entre nosotros que somos
hermanos de sangre, para
conseguir su amor?
—No, nada de eso haremos;
hablaremos con ella para que decida con
cual de los dos se quedará.
No olvides que pertenece a otra tribu y que, además de su elección, queda aún
por saber si su familia está de acuerdo.
—Está bien, pero antes
juremos respetar la decisión de esa joven, sin celos ni venganzas.
Se hicieron mutuamente el
juramento y fueron a hablar con Maitén.
—Eso no puede ser posible
—les contestó la muchacha conmovida—; mis mayores ya me prometieron a Coyán
desde pequeña; nos queremos y cumpliremos con el deseo de nuestras familias.
Los indios se sintieron
desairados y estaban dispuestos a no darse por vencidos. Entonces fueron a
consultar a una vieja adivina.
—Es muy difícil lo que me
piden —contestó la mujer—; Maitén y Coyán se quieren.
—No nos importa, uno de los
dos se casará con ella, está decidido.
—Bien, en ese caso, sólo
una cosa podré hacer; consultaremos al dios del lago.
Los dos pehuenches
estuvieron de acuerdo. La adivina adormeció a la joven y la colocaron en una
embarcación.
Luego la arrojaron al lago
y comenzó a deslizarse suavemente en las azuladas aguas, hacia la morada del
espíritu.
Los indígenas se quedaron
apostados en la orilla, esperando impacientes.
De pronto, levantando
gigantescas olas, el dios del lago emergió de las profundidades, bramando. El
cielo se oscureció y un viento huracanado azotó los rostros de los dos indios.
Luego, las gigantescas olas
se lanzaron con fuerza hacia la orilla abriendo un lecho en la tierra por donde
se deslizó el agua formando un río.
Los pehuenches vieron
asombrados cómo la embarcación donde estaba Maitén navegó segura por aquel río
y a Coyán aferrado a ella.
Impulsados por la corriente
se alejaron y no se los vio más por el lugar.
Cuentan los nativos que el
dios del lago Nahuel Huapi los llevó a una hermosa tierra donde pudieran vivir
felices y en paz y que, después de mucho tiempo, aparecieran transformados en
“macá * plateados”.
Estas aves llegaban al caer
la tarde, y después de sobrevolar el lago, se posaban unos instantes sobre sus
aguas azules; dicen que en agradecimiento al espíritu del lago, por haberles
brindado esta dicha.
* Macá: también se lo llama
“zambullidor”. Es un pájaro acuático del tamaño y apariencia más o menos de una
paloma y que tiene la característica de tener sus patas de dedos largos muy
atrás, lo que hace que camine erguido; no tiene nada de cola y en su cabeza se
destaca su largo y fino pico, sus ojos rojos y un penacho de plumitas blancas
que sólo lucen los machos. Su caminar es torpe y gracioso por la ubicación de
las patas, pero en el agua demuestra gran habilidad para nadar y bucear.
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